Doula, y orgullosa de serlo.
Soy doula.
Es posible que afirmar esto en los últimos tiempos, después de las (des)informaciones aparecidas en diversos medios de comunicación, no me convenga, o no me beneficie, o haga que me miren con cierta suspicacia, cuando no directamente con temor por las cosas “terribles” a las que induzco a las madres. Pero no me quiero defender, creo que no merece la pena. Sólo quiero explicar. Explicar lo que hacemos en realidad las doulas y también, LO QUE NO HACEMOS. Tengo una absoluta confianza en las mujeres y en las madres, y un total respeto por ellas, así que aquí estoy para explicar y que cada cual tome sus propias decisiones.
No tenemos miedo.
Ni queremos jugar con el miedo de las mujeres. Creemos firmemente en lo que hacemos y cómo lo hacemos, CONFIAMOS y RESPETAMOS a todas las mujeres, a las que quieran a una doula y a las que no la quieran. Abogamos por el derecho que tenemos las mujeres a informarnos y a decidir sobre aspectos vitales tan importantes como el embarazo, el parto y el posparto. No somos niñas, no queremos que nos traten como a tales. Y a partir de ahí, nuestros caminos serán tan diferentes como mujeres diferentes hay. Y, para las que consideren la opción de tener una doula, ahí estaremos. Quien quiera saber, sólo tiene que preguntar.
Las doulas ofrecemos acompañamiento.
No guiamos, no orientamos, no aconsejamos, ni llevamos por el camino que consideramos mejor. NO INTERVENIMOS. No somos matronas, ni queremos serlo. No somos personal sanitario. No somos adalides del parto “natural” ni del parto en domicilio, ni de la lactancia. Apoyamos y acompañamos a la mujer en cada una de sus decisiones, sean éstas las que sean, sin juzgarlas, ni pretender cambiarlas.
No somos pediatras,
ni matronas, ni asistentas, ni canguros, ni puericultoras, ni asesoras de lactancia, ni terapeutas, del tipo que sea. No valoramos el estado de salud ni de la madre ni del bebé, no hacemos diagnósticos. Mucho menos pretendemos sustituir la figura paterna y de pareja, no es esa nuestra función.
Las doulas somos “la presencia invisible”.
Intentamos “estar sin estar”, siempre atentas a las necesidades de la madre, proporcionando un espacio de seguridad en el que la madre se encuentre en confianza. Reconocemos y legitimamos sus sentimientos, sean los que sean, las apoyamos, proporcionamos escucha y contención, favorecemos su confort.
Ofrecemos información SÓLO cuando nos la solicitan.
Esta información no está basada en nuestras creencias, en nuestras opiniones o nuestra manera de entender la vida. Es información contrastable y siempre en base a la evidencia científica. Si la mujer lo demanda la ayudamos a buscar la traducción del significado de algunos términos médicos a un lenguaje más comprensible para ella, apoyándose siempre en fuentes contrastadas y reconocidas.
No tenemos todas las respuestas.
Favorecemos un marco que facilite a la madre encontrar sus propias respuestas, desde una relación de igualdad, sin paternalismos ni asistencialismos.
ESCUCHAMOS. Escucha activa, de verdad, abiertas a lo que la madre quiera expresar. Sus dudas, temores, angustias, pensamientos que no siempre pueden o quieren compartir con sus seres más cercanos. También alegrías, emociones positivas que deciden compartir con nosotras y que son un regalo que nos hacen, y que recibimos como tal. Desde la empatía y el respeto una vez más.
ESTAMOS. Eso es ofrecer tiempo y espacio a la madre. Puede que haya mujeres que no lo necesiten. Pero cuántas veces estamos solas, o nos sentimos así, durante nuestro embarazo; o después de una visita al/la ginecólogo/a o matron/a, de la que salimos no cómo hemos entrado, sino más preocupadas, o con más dudas, o sintiendo que no se nos ha tratado de manera correcta; y qué decir del parto, a veces rodeadas de gente y a la vez sintiéndonos solas; o en el puerperio, cuando nuestra pareja se reincorpora al trabajo y nosotras nos quedamos solas con nuestro bebé y en medio de una montaña rusa emocional. Cuántas veces las mujeres necesitamos el apoyo de otras mujeres que en esta sociedad nuestra tan “moderna” hemos perdido por el camino.
No pretendemos ser las únicas personas que puedan proporcionar todo esto. Somos complementarias a otras figuras que pueden-y deben- estar cerca de la madre en un momento tan importante. Creemos que todo lo que sea sumar y “sumarnos” (personal sanitario, familia, pareja, amigos/as,…) en aras a un objetivo común que es el bienestar de la madre y el bebé es bueno. Porque hay cosas de las que nunca hay “demasiado”: el respeto, la escucha, la confianza,..
Creo también que debemos ejercer la autocrítica.
En todas las profesiones puede haber mala praxis, y esos casos deben ser denunciados y perseguidos. Pero esta misma capacidad de autocrítica se debe trasladar al sistema sanitario y a cómo se está atendiendo al embarazo y al parto en este país. Hay maravillosos profesionales, sensibles a las necesidades de las mamás y los bebés, pero se debería reconocer también que hay muchas cosas que mejorar todavía. Y que la Estrategia de Atención al Parto Normal, del propio Ministerio de Sanidad, no siempre se está cumpliendo. Y también, que la violencia obstétrica existe. No lo dicen las doulas. Lo dice la Organización Mundial de la Salud en su reciente declaración del 23 de Septiembre de 2014. Que nadie pretenda esconder esta realidad con sensacionalistas cortinas de humo.
La información es poder. Las mujeres tenemos en nuestras manos la capacidad de decidir. Que nadie nos la quite
E.Jiménez. Mujer, Madre y Doula
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Alegaciones al Informe Doulas, publicado por el Consejo General de Enfermería: http://www.elpartoesnuestro.es/blog/2015/02/17/alegaciones-al-informe-doulas-publicado-por-el-consejo-general-de-enfermeria
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