
Sobre la Meditación
La forma y el fondo de cómo vivimos y lo que hacemos se refleja en la meditación.
¿Qué haces durante el día? Pero sobre todo, ¿Cómo lo haces? ¿Cuál es tu grado de presencia o de dispersión? ¿Cómo reaccionas, si es que reaccionas, a las vicisitudes diarias?…
En la meditación aparece lo que ya te sucede,
pero te paras para mirarlo…, para Verte. Aunque, al igual que en discurrir cotidiano, es probable que, consciente o inconscientemente, también en la meditación busquemos fugas, huidas del “insípido presente”: nos dormimos, o nos quedamos “en babia”, o nos enredamos en alguna elucubración, o nos “agarramos” a la respiración para no ver, o nos obsesionamos con la postura, etc.
La meditación no suele ser meditación, sino cierta purificación.
Purifico cuando miro y no reacciono con deseo o rechazo al objeto que tengo delante. Purifico cuando observo con lucidez y ecuanimidad.
Y cuando se ha limpiado al menos bastante “hojarasca”…,
entonces Vemos…o, más bien, sucede el Ver… Aparece el Silencio de fondo…, la Paz de fondo…, la Consciencia desnuda…
Es entonces cuando la meditación sucede…No meditamos… Desaparece el meditador y la Meditación sucede…

“Cuando se neutraliza la influencia de rajas (actividad) y tamas (inercia) la mente se queda inmóvil, como las aguas de un lago en calma. Entonces el meditador puede ver el fondo del lago y se le revela su verdadera naturaleza.”
Consciencia desnuda, el proceso de la meditación, de Swami digambarananda saraswati, danilo hernández
Para empezar a meditar
o, más bien, para empezar a acercarse a lo meditativo, se requiere de un interés por mirarse, un impulso interior de Ver, de querer Comprender.
Porque si lo hacemos por curiosidad, por entretenerse, porque esta tarde la tengo “libre”, o porque es una moda, o porque quiero que se me vayan los problemas, o porque he oído que con esta técnica voy a “estar bien”, o porque…, …
Sin ese impulso, sin esa “demanda interior” (aunque quizás al principio no sepamos que la tenemos), seguramente lo dejaremos enseguida.
Para meditar
o, más bien, para dejar que lo meditativo se infiltre en mi “casa”, he de quitar obstáculos, premisas, condiciones… He de acercarme con una actitud valiente e inocente, de apertura, de no saber.
Pero si no fuera porque me molesta la espalda, o porque se me duermen las piernas, o porque he quedado, o porque hoy estoy muy preocupada por un asunto, o porque es mi cumpleaños, o el de mi abuela, o porque estoy cansada, o porque es Navidad, o porque… No pasa nada. No te molestes contigo misma. No quieras hacer…lo que no quieres hacer. Simplemente aún no ha surgido el impulso,
no ha brotado el “ardiente interés”.
Un buen Hatha Yoga,
ese que invita a pararse y observarse, puede ser una preparación del terreno, puede ser el Tapas o práctica constante que, como dos palitos que se frotan y frotan, haga surgir la chispa que encienda un día la Demanda Interior. El Interior que empuja quizás con preguntas como “¿Quién soy yo?”, “¿Cuál es mi misión en la vida?”, “¿Es posible estar en Paz con cualquier circunstancia?”, “¿Puedo entrar y vivir desde lo No Manifestado, no visto, no olido, no tocado, no escuchado, no pensado?”
Si la meditación dependiese de que todo se arregle, de que se cumplan todas las condiciones que pongo en el “Contrato de mi editación”, de que el mundo se pare 20 o 30 min. porque “voy a meditar”…, entonces ¿cuándo empiezo?
Cuántas más condiciones pongamos a la meditación, más nos alejaremos de ella… O sea, cuantas más condiciones me pongo a mí mismo para Ser Lo Que Soy…,
más me alejo de Lo Que Soy.
Om shanti.
Escrito por José Blázquez, director de la escuela de Yoga Sati.